100 Mercator - Antwerpen

Las fichas municipales nacieron en Flandes en 1980.
La primera que entró en circulación fue la de 25 francos de Lovaina y recibió el nombre de "Lovenaar".
La ciudad de Lovaina había lanzado la idea de que se podía/debía acuñar una medalla para la ciudad.
Ésta era válida durante un tiempo limitado y sólo podía canjearse en los comercios locales.
La mayoría de las monedas fueron a parar directamente a la colección de numismáticos o particulares que pensaban que era un bonito objeto imprescindible.
Debido a la ley de la oferta y la demanda, el valor de esta moneda ocasional aumentó rápidamente
y alcanzó un valor de unos 1.000 francos (= 25 euros) en poco tiempo.
Como consecuencia, pocas monedas volvieron al tesoro de la ciudad.
Pronto la "Lovenaar" fue imitada en otras ciudades y municipios que también vieron su oportunidad de generar ingresos extra.
Unos meses más tarde, Gante acuñó 2 peniques (Gravensteen y St. Baafsabdij).
En el mismo periodo, se acuñaron algunas monedas de 25 francos para las ciudades costeras y el interior de Flandes Occidental.
Cada vez más ciudades y pueblos habían visto en la acuñación de las mismas una fuente adicional de ingresos. El material con el que se fabricaban y el coste de acuñación eran bajos, y se devolvían pocas fichas.
= ¡Puro beneficio para el Tesoro de la ciudad!
Entonces comenzó lo que todos temían... Una emisión masiva de nuevas fichas.
Mientras que al principio sólo se emitía una nueva cada 2 meses, las fichas conmemorativas aparecieron en las calles de muchos municipios.
En su punto álgido, en 1981, a veces salían 3 nuevas a la semana...
Por si fuera poco, el importe de la ficha se incrementó de 25 francos a 50 francos, en 1981 el precio ya era de 100 francos.
El coste de acuñación de las fichas seguía siendo el mismo, pero el beneficio para los municipios y ciudades era de repente mucho mayor.
Muchos coleccionistas abandonaron la actividad debido a que las emisiones eran demasiado caras y diferentes.
Los clubes locales y las organizaciones de ferias y fiestas locales vieron de repente una fuente de ingresos extra. También empezaron a acuñar monedas en masa, aunque a veces en emisiones limitadas, de modo que el precio de emisión seguía siendo el mismo, pero su valor aumentaba rápidamente debido a su rareza. Una vez más, los grandes beneficios fueron a parar a los clubes, ya que de nuevo, siguiendo el ejemplo de las ciudades y municipios, casi no se acuñaron monedas. En 1981, a veces se emitían hasta 20 piezas nuevas en un mes. Como consecuencia, aún más coleccionistas se dieron de baja.
A finales de 1981, casi no se registraron nuevas emisiones y, de hecho, el mundo de las fichas municipales se vino abajo.
Me gustaría añadir aquí que todas y cada una de las monedas eran joyas en cuanto a imágenes. En el municipio de Tubize, por ejemplo, se emitió una moneda con el retrato de Maria Thérésia. Si uno no se fija en la aleación, pensaría que tiene en sus manos una moneda de la época austriaca.
Debido a que muchos numismáticos dejaron de coleccionarlas en su momento y a que ya no se emitían monedas conmemorativas de este tipo, el interés y, por tanto, también el valor de las monedas ha caído en picado. Muchos coleccionistas jóvenes no están familiarizados con estas monedas y su historia subyacente.
Lo sorprendente es que el interés ha vuelto a aumentar en los últimos años. Muchos coleccionistas buscan este tipo de monedas porque el coste suele ser bajo y las imágenes son muy bellas. La desventaja es que la aleación (acero) suele empezar a oxidarse rápidamente debido a las condiciones de humedad y resulta difícil encontrar estas monedas en buen estado.